Hace 8 meses decidimos adoptar y formar parte de la vida de Gondolieri alias Gondi alias Gondo alias Gon alias Gremlin alias Gondeti (sí, responde a todas las variantes).
Gondi era un mestizo de collie que había vivido encerrado toda su vida hasta que fue rescatado a los 9 meses de edad. Para mi la raza nunca ha sido un factor a tener en cuenta, aunque reconozco tímidamente que los border collie nunca me han llamado la atención… pero Gondi me eligió, se hizo una conexión que pocas veces ocurren en la vida. Trabajo desde hace algo más de un año en una protectora de animales en la que me he relacionado, acompañado, cuidado, trabajado emocionalmente y disfrutado de cientos de perros, y aunque me he mantenido fuerte para no llevarme a todos a casa, con esta conexión no fui capaz.
Al caso, Gondeti tenía miedo a otros perros. A pesar de ello, la presentación con sus hermanos perrunos fue de maravilla, aunque no hiciera falta, parecía que decía «¿Ves que bien lo hago? Por favor llévame a casa». Para no alargarlo mucho (ya escribiré más adelante qué se hizo y el proceso), Gondi se adaptó fenomenal a la casa y a su nueva familia, pero llamaba la atención su lugar de descanso en muchos momentos… La mesa alta del salón.
Es muy importante entender a nuestros protegidos, y muchas de sus conductas parece que no tienen importancia, pero la tienen y mucho. En mi casa tienen 13 posibles espacios en los que descansar (aparte del suelo) entre cocina, salón, cuarto de invitados, estudio y dormitorio principal, que para no estar cambiando camas constantemente tienen fijas de todos los tamaños y formas aparte de sofá y camas humanas. ¿Y cuál es su elección? ¡La mesa de comer!
¿Qué es lo que hicimos entonces? Simplemente entenderle. Entendimos que era el sitio donde se sentía más seguro, y la mesa le ofrecía un espacio en alto que siempre les ayuda. No era momento de enseñarle las normas de la casa, teníamos toda la vida para hacerlo, pero ahora la prioridad era que se sintiera seguro en casa, y con su familia. Tras darle tiempo y demostrarle que todo estaba bien, él solo dejó de subirse a la mesa a descansar, y utilizar sus 13 posibles camas tan tranquilo.
Gon lleva sin subirse a la mesa meses, pero ayer…
¿Qué ha pasado? Lo normal es preocuparse. Lo normal es analizar qué ocurrió ese día para que necesitara volver a subirse a la mesa. Habíamos pasado todo el día en casa, por lo que analizar el día era sencillo… no había pasado nada… Y aquí está el claro ejemplo de lo que dice Santi Vidal – MásQueGuau: «los efectos de un evento estresante puede durar hasta 6 días después». En otras palabras, si un día ocurre algo que aumente considerablemente sus niveles de estrés (sea bueno o malo), se puede manifestar mucho más tarde.
En este caso, 5 días antes le persiguió un perro joven que estaba superado y le pegó un pequeño mordisco durante el paseo. 5 días antes. Durante esos días Gondi estaba como si no hubiera pasado nada. Pero al 5º día… se manifestó.
El perro sabe que es mucho más cómoda una cama que una mesa. El perro ya sabe que la mesa no es un lugar de descanso. Pero si lo necesita para sentirse seguro, ahí la tendrá siempre por muy «maleducado» que sea.
Con toda esta parrafada lo que quiero decir es que un gran número de veces los perros no están infringiendo normas de la casa por gusto, ni siquiera estarán pensando en esos momentos, simplemente lo necesitan. Necesitan correr en un momento dado saltando entre los sofás, necesitan morder algo, necesitan ladrar… por su estado emocional. Y al igual que con los humanos (en esto sí, lo siento, y no es humanizar al perro), las emociones siempre se deben atender y escuchar, y bajo ningún concepto intentar que no las expresen, ignorarlas o castigarlas.
Gondolieri ya ha amanecido durmiendo en una de sus camas, ha venido a saludar como siempre, y ahora está jugando un rato con dos de sus hermanas como si no hubiera pasado nada. Simplemente ayer NECESITABA sentirse más seguro por lo que había pasado.
Es irónico, pero muchas veces lo mejor que se puede hacer es… NO-HACER-NADA 🙂