Es indiscutible que los castigos funcionan.
Si aplicas un castigo en el momento oportuno, la conducta del perro (si es pensada) cesará al cabo de 1, 2, 3 o 5 aplicaciones, esto es indiscutible, y quien diga lo contrario ha estudiado muy poca psicología del aprendizaje.

Ahora bien, que los castigos funcionen no significa que vayamos a tener una serie de consecuencias muy negativas a nivel general, como pudieran ser estropear nuestro vínculo, dar miedo a nuestro perro, o daños físicos o emocionales en el individuo entre otras muchas.
Y aún más allá, que los castigos funcionen… ¿significa que tengamos el derecho a utilizarlos?
La ética ha ido avanzando mucho en las últimas décadas, y experimentos que se hicieron para demostrar este supuesto hace casi 100 años hoy en día son impensables. Además, cuando existen alternativas igual de eficaces que no provocan malestar en el animal, no cabe duda por cual deberíamos optar.
Actualmente muchos «profesionales» siguen utilizando este tipo de técnicas (regañar, corregir, castigar, tirones de correas, gritos, «toquecitos» por decirlo finamente y un largo etcétera). Y si un profesional, o cualquier persona, te recomienda que emplees cualquier «herramienta» de estas, lo único que te está demostrando es que no se ha actualizado desde hace varias décadas.
Por favor, existen otros métodos, tenemos la responsabilidad de utilizarlos con nuestros protegidos. Y si no sabes como, contacta con un profesional que sí sepa para que te pueda guiar en el proceso.